20 de septiembre de 2007

De Presupuestos y Sordos

El 19 de septiembre, el actual Ministro de Economía, Miguel Peirano, concurrió a la Cámara de Diputados de la Nación para presentar el proyecto de Presupuesto del año 2008.
Las críticas a esta presentación provenientes de todo el arco opositor rondaron, en su mayoría, sobre la base del contenido sustantivo. Sin embargo, nos interesa llamar la atención sobre la decisión política (difícilmente pueda ser tildada de mera “actitud”) de no aceptar preguntas al Sr. Ministro.
La Constitución Nacional, en su artículo 75 inciso 8 establece que, entre las competencias del Congreso, se encuentra la de “fijar anualmente (...) el presupuesto general de gastos y cálculo de recursos de la administración nacional”. Así, el diseño institucional pensado por nuestra Constitución es consistente con discusiones históricas respecto a la importancia de que el diseño del presupuesto emane del órgano mayoritario por excelencia. Es decir, si una de las funciones principales del Congreso de la Nación es el control, la otra es el diseño de políticas públicas, siendo para ello sustancial la producción del proyecto de presupuesto que regirá el país.
Lo llamativo de todo esto es la negativa a aceptar todo tipo de diálogo intrapoderes e intrapartidario. La (genuina) democracia constitucional, en su dimensión democrática, exige una constante y robusta deliberación entre los poderes que la conforman. Es preocupante, entonces, la negación del actual gobierno a aceptar siquiera preguntas o cuestionamientos por parte de TODO el arco opositor contenido en el Congreso de la Nación. Y este comentario omite hacer valoración alguna sobre el contenido de los cuestionamientos. El punto es la mera posibilidad de realizarlo.
Pero todavía más llamativa ha sido la respuesta del presidente del bloque de diputados del oficialismo, Agustín Rossi, quien ante estas críticas contestó que “desde el año 2000 se sigue esta modalidad” y que el proyecto –de presupuesto, claro- “será debatido en la Comisión de Presupuesto, donde los diputados podrán plantear las inquietudes”. Ante el primer “argumento” de Rossi uno podría preguntarse si del mero hecho de que esta práctica –disvaliosa, por cierto- se sostenga en el tiempo se puede derivar la consecuencia de que esto deba ser así.
A lo segundo, podríamos contestar varias cosas. En primer lugar Rossi minimiza la importancia del diálogo cuando de lo que se trata es, nada mas y nada menos, el diseño del presupuesto que regirá para el país. Cuando de estas cuestiones se trata, parecería ser que la regla es el robustecimiento del debate incluyendo voces en el mismo. Por lo tanto que existan ciertas preguntas al ministro de economía nada dice sobre la posterior discusión del presupuesto en el órgano constitucionalmente pensado para ello. Pero este gobierno sí es consistente en algo: en convertir la regla en excepción y la excepción en regla En tercer lugar, una genuina defensa de una democracia constitucional impone la obligación a nuestros funcionarios de brindar toda la información relevante a la ciudadanía: ¿cuán deseable hubiese sido escuchar a nuestro Ministro de Economía dando razones de porque éste es el mejor presupuesto posible?.

¿Estaremos –con Castel y Caro- demasiado pretenciosos?

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